Logo
Imprimir esta página

Tomás y Leonardo de Baabdat , sacerdotes capuchinos

Descargar

PDF Word

Prot. N. 00233/22

Queridos hermanos,

¡El Señor les dé Su paz!

  1. “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia” (Papa Francisco, Gaudete et Exsultate n. 9). En medio de la oscura situación que atraviesa nuestro mundo desde hace más de dos años, y ante un futuro incierto, el Señor nos ofrece generosamente dos nuevos Beatos: Tomás y Leonardo de Baabdat. Provienen de una tierra bíblica, ciertamente, pero también de una región del mundo que ha conocido demasiadas guerras y persecuciones. El Líbano, este pequeño país que ya regaló a la Orden al Beato Abouna Yaaqoub (Santiago de Ghazir), apóstol de la cruz, tendrá la alegría de celebrar la beatificación de otros dos capuchinos, misioneros y mártires, el día 4 de junio de 2022, en Beirut. ¿Quiénes son estos dos nuevos Beatos libaneses que han venido a animarnos en esta crisis que atraviesa su país, nuestra Orden y el mundo entero?

Perfil biográfico

  1. Géries (Jorge) Saleh, el futuro fray Tomás, nació el 3 de mayo de 1879 en Baabdat, un pueblo en la montaña libanesa. Era el quinto de una familia maronita de seis hijos. El 17 de noviembre de 1881, nació Youssef (José) Oueiss en el mismo pueblo, su apellido más tarde cambió a Melki. Era el séptimo de una familia maronita de once hijos. Ambos fueron bautizados y criados en Baabdat cuando una serie de eventos dividieron el pueblo. Gran parte de las familias del poblado, sintiéndose injustamente tratadas, recurrieron a las autoridades civiles, luego a las eclesiásticas, pero en vano. Después, el grupo se unió a los protestantes durante unos meses, antes de ser acogidos en la Iglesia Latina, tras la intervención de la Santa Sede. Los Capuchinos vinieron desde Beirut para recibirlos, pero sobre todo para aliviar las tensiones. Entre estas familias estaban las de Géries y Youssef. Unos meses después, estos jóvenes adolescentes recibieron el sacramento de la Confirmación en la Iglesia Latina, el 19 de noviembre de 1893.
  2. Junto con otros compañeros de Baabdat, los dos jóvenes quedaron impresionados por el ejemplo de los Capuchinos, por entonces italianos, y eligieron hacerse misioneros como ellos. Fueron preparados y enviados al seminario menor de San Esteban, en Estambul, que pertenecía al Instituto Apostólico de Oriente. Este instituto fue creado para la formación de misioneros, destinados a ser enviados a Oriente. Mientras el Beato Abouna Yaaqoub estaba completando el noviciado en Ghazir, Líbano, con los capuchinos de la provincia de Lyon, estos cinco muchachos lo dejaron todo y sin temor se embarcaron rumbo a Estambul, a donde llegaron el 28 de abril de 1895. En varias regiones de Turquía, incluida Estambul, las persecuciones contra los cristianos y sobre todo contra los armenios ya había comenzado en diciembre de 1894.
  3. Durante sus cuatro años de estudios escolásticos, fueron acogidos en la Tercera Orden Franciscana, como era tradición en este seminario. Luego, el 2 de julio de 1899, entraron en el noviciado: Géries recibió el nombre de fray Tomás de Aquino y Youssef el de fray Leonardo de Puerto Mauricio. Después de su profesión simple, estudiaron filosofía y teología durante seis años en Bugià, cerca de Esmirna, que formaba parte del mismo instituto. ¡Fueron ordenados sacerdotes el 4 de diciembre de 1904, cuando su convento se preparaba para celebrar las bodas de oro de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción con gran solemnidad! Aprobaron el examen para convertirse en misioneros el 23 de abril de 1906 y fueron destinados a la Misión de la Mesopotamia, que entonces había sido confiada a la provincia de Lyon. Pudieron visitar Baabdat, su pueblo natal, antes de viajar a Mardin, Mesopotamia.
  4. Aquí el padre Tomás desarrolló actividad apologética hacia los protestantes y ortodoxos sirios -según la eclesiología de la época-, además de catequesis, enseñanza escolar, predicación y confesiones. Mientras tanto, el padre Leonardo dirigía la escuela, animaba a la Orden Tercera Franciscana y predicaba la Palabra de Dios, con celo y constancia. Los dos nuevos misioneros hicieron un gran bien a los niños y jóvenes. A pesar de ciertas críticas, fueron muy creativos en su ministerio: teatro, poesía, juegos bíblicos, etc.
  5. Por primera vez después de trece años, en octubre de 1908, el padre Tomás se separó de su compañero, el padre Leonardo. A partir de ese momento, el camino de uno y otro serán independientes. El padre Tomás fue trasladado a Kharput, en Armenia Menor, y luego a Diarbekir, en la Mesopotamia, dos años más tarde. Continuó tenazmente la defensa de la fe, la enseñanza, la catequesis, la gestión escolar, la animación de la Orden Tercera. Fue en el Líbano por segunda y última vez, cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Más tarde, en una última carta a su familia, escribió: “El miedo nos afecta a todos, a ti y a mí. Pero ¿de qué sirve preocuparse si no se nos cae ni un cabello de la cabeza sin que lo permita la voluntad de Dios?”. Luego renovó su confianza: "Mi vida viene de Dios. Él puede tomarla cuando quiera".
  6. El padre Leonardo, que estaba en Mardin, vio deteriorarse su salud en el lapso de cuatro años. En 1910 se vio obligado a descansar en Mamuret-ul-Aziz, Armenia Menor, y un año después, visitó Baabdat por última vez antes de ser destinado a Orfa . Al comienzo de la Primera Guerra Mundial reside de nuevo en Mardin con un misionero italiano, el padre Daniel, de unos ochenta años. El 5 de diciembre de 1914, los soldados irrumpieron en la iglesia de los Capuchinos, pero el padre Leonardo tuvo tiempo de esconder el Santísimo Sacramento en casa de un vecino armenio. Luego de acompañar a algunas monjas franciscanas a una ciudad más segura, decidió quedarse en Mardin, únicamente por caridad hacia el padre Daniel, quién no podía ni siquiera pensar en irse. Estaba preparado para cualquier eventualidad.
  7. El 3 de junio de 1915 comenzaron los arrestos masivos de cristianos: entre ellos estaba el arzobispo católico armenio, el Beato Ignacio Maloyan, y sus sacerdotes. Luego, el 5 de junio, fue el turno del padre Leonardo, quien fue salvajemente torturado, rechazando repetidamente la oferta de salvar su vida si se convertía al Islam. Durante estos días de cautiverio, la prisión se había convertido en una catedral con oraciones, confesiones y misa. El 10 de junio de 1915 el padre Leonardo fue llevado con 416 compañeros, en una primera caravana, hacia Diarbekir. Tuvo el honor de abrir la procesión. Durante este viaje, el Obispo obtuvo permiso del comisario de policía para detenerse para una última oración: consagró el pan y distribuyó la Comunión. Después de negarse una vez más a convertirse al Islam, todos fueron masacrados y sus cuerpos fueron arrojados a pozos y cuevas.
  8. Mientras tanto, el padre Tomás, junto con otro hermano, fue expulsado de Diarbekir el 22 de diciembre de 1914 y encontró refugio en Orfa. Después de Semana Santa, comenzó a manifestarse un plan para exterminar a los cristianos de Orfa: se masacraron a soldados, notables y sacerdotes de todas las confesiones cristianas. Así, un sacerdote católico armenio que buscaba refugio fue acogido solo por los capuchinos. El guardián y el padre Tomás mostraron una caridad heroica al darle refugio. El 24 de septiembre de 1916, el sacerdote armenio fue arrestado y el convento fue registrado: entre los objetos encontrados había una pequeña pistola, según se afirmó, en la habitación del padre Tomás. Esta arma sirvió como evidencia en la corte marcial para su sentencia de muerte. En este período pidió cada día a Jesús Hostia que quitara los sufrimientos del sacerdote armenio y se los diera a él.
  9. Tres meses después fue detenido con sus compañeros y enviado, bajo la lluvia en pleno invierno, a presentarse en Marasc. Fue brutalmente maltratado, dejado sin comida y arrojado en calabozos infectados, tanto que, exhausto y sin fuerzas, contrajo tifus. Al llegar a Marasc, sus compañeros no consiguieron el permiso para enviarle un médico hasta tres días después de la solicitud -¡demasiado tarde! – y gracias a la intervención de un franciscano holandés que le administró los últimos sacramentos. Murió el 18 de enero de 1917 consolando a los hermanos que lloraban por él: “No tengo miedo a la muerte. ¿Por qué debería tener miedo? ¿No es nuestro Padre misericordioso quien debe juzgarnos? Porque sufrimos ahora, pero por su amor”.

Un mensaje muy actual

  1. Al hacer nuevas propuestas para poder responder a los desafíos que tiene que afrontar nuestra Orden, a veces tenemos la impresión de inventar nuevas formas. A menudo, es el coraje lo que falta cuando vemos la renuencia a tomar otros caminos. La vida de los Beatos Tomás y Leonardo me recuerda en particular tres temas actuales en nuestra Orden Capuchina: formación, misión y confianza absoluta en Dios.
  2. La disminución del número de frailes nos ha llevado, en muchas partes del mundo, a pensar en la colaboración en la formación y, a veces, en un solo noviciado. Ante similar crisis vocacional a finales del siglo XIX, nuestra Orden fundó el Instituto Apostólico de Oriente, que tenía su propio Reglamento, su lengua, sus formadores, su propio programa de formación, etc. Los candidatos procedían de diferentes países (Alemania, Armenia, Bulgaria, Grecia, Italia, Líbano, Turquía, etc.) y estaban destinados a ir donde había necesidad. Basta releer los informes anuales en las páginas de nuestra Analecta para darse cuenta. ¿Cuál fue el resultado? No sólo dio muchos hermanos a la Orden, sino también frutos de santidad: los Beatos Tomás y Leonardo y su compañero, el Siervo de Dios Mons. Cirilo Zohrabian . Todos estaban orgullosos y felices de pertenecer a este Instituto.
  3. En mi carta a la Orden al inicio del nuevo sexenio (¡Demos gracias al Señor!) invité a "toda la Orden a volver a reflexionar, una vez más, sobre la dimensión misionera de nuestra vida" (n. 54). El Señor nos regala este año dos Beatos que no sólo fueron mártires, sino también dos jóvenes misioneros. Entre las condiciones para la admisión de los jóvenes al Instituto Apostólico de Oriente, además de los signos de una vocación religiosa, estaba también el deseo de ser misioneros. Desde el primer momento se planteó a los muchachos la finalidad misionera del Instituto. Antes de ser aceptados en el noviciado, debían declarar su voluntad de consagrarse a las misiones extranjeras. Luego, el día antes de su profesión temporal y perpetua, firmaron un documento en el que se comprometían a dedicarse a las misiones sin ninguna pretensión de regresar a su país. Dejaron todo, estos jóvenes, con valentía, sin mirar atrás: familias, amigos, entorno cultural, país, idioma... Abandonaron todo, y se consagraron a la misión, con todo su corazón y generosidad, sin imponer nada y sin ninguna pretensión. Todo esto les quedó claro desde el comienzo mismo de su camino de discernimiento y formación. “Estoy muy ocupado, pero también muy feliz”, escribió Leonardo a su Ministro General al comienzo de su vida misionera. Al día siguiente Tomás escribió: "La Divina Misericordia quiso darnos la Misión de la Mesopotamia para nuestra felicidad". Es la alegría que se respira en todas sus cartas: la alegría de ser misioneros a pesar de todas las dificultades y persecuciones. Los Beatos Tomás y Leonardo nos exhortan a repensar, desde el primer contacto, cómo presentar la vocación capuchina a nuestros jóvenes candidatos.
  4. El contexto en el que vivieron los Beatos Tomás y Leonardo no fue mejor que el nuestro: el genocidio de los cristianos en el Líbano (1860), en Turquía (1894-1896; 1909; 1915-1916), la guerra ítalo-turca por Libia (1911 - 1912), las guerras de los Balcanes (1912-1913) y finalmente la Primera Guerra Mundial. En este contexto tan difícil, Tomás escribe al Ministro General: "Sólo debemos ponernos en las manos del Dios misericordioso"; “No sabemos lo que nos está preparando y lo que nos tiene reservado la Divina Providencia. Hágase su santa voluntad”; “Tenemos fe en Aquel que dijo: ten fe, yo he vencido al mundo”. La actitud de Leonardo fue la misma: “Dios permita que esta guerra, causa de tantos males, termine cuanto antes”; "Estamos enteramente en las manos de Dios. Hágase su santa voluntad". Su ejemplo nos estimula a la confianza absoluta en Dios en la difícil situación que atraviesa nuestro mundo y ante la disminución numérica de nuestra Orden en algunas regiones. La confianza en Dios es la medida de nuestra fe en Él. Ante todas las dificultades y guerras, repetimos con el padre Tomás: “Tengo plena confianza, el buen Dios no nos abandonará”.

  1. Mis queridos hermanos, los dos Beatos Tomás y Leonardo, que murieron in odium fidei (en odio a la fe) durante el peor genocidio del siglo XX, son un maravilloso ejemplo de caridad y abnegación fraterna. En medio de esta persecución, que cobró dos millones de víctimas, el primero se sacrificó por un sacerdote armenio, el segundo, por un hermano. Que los Beatos Tomás y Leonardo obtengan para todos los hermanos de la Orden el celo misionero que los animó y la caridad heroica que los empujó al don total de sí mismos. Mientras sigo rezando por Ucrania, mi pensamiento se dirige sobre todo a mis hermanos de la Custodia General de Oriente Medio, que están presentes en dos países, Líbano y Siria, probados por guerras y crisis económicas, políticas y sociales. El ejemplo de los Beatos Tomás y Leonardo, unido al de Abouna Yaaqoub, los ayude a ponerse enteramente en las manos del Señor, y quiera "Dios poner fin a este estado de cosas", como escribió el padre Leonardo.

Fraternalmente,

Fr. Roberto Genuin 

Ministro General OFMCap.

Roma, 24 de abril de 2022

Domingo de la Misericordia

Fiesta de San Fidel de Sigmaringen

Protomártir de Propaganda Fide

 

Modificado por última vez el Lunes, 02 Mayo 2022 16:11
FaLang translation system by Faboba
Copyright: Curia Generalis Fratrum Minorum Capuccinorum
Via Piemonte, 70 - 00187 Roma, Italia, tel. +39 06 42 01 17 10 / +39 335 1641820, ofmcap.org - 1528 - 2022 webmaster